La dependencia del petróleo
La sociedad en la que vivimos se mueve gracias a los combustibles fósiles. La dependencia del petróleo marca la economía mundial. Tarde o temprano se acabará y el mundo esperemos que siga en funcionamiento. Actualmente las energías renovables parecen destinadas a sustituir gradualmente la energía producida por el petróleo.
El petróleo y sus derivados son indispensables, lo usamos cada día de nuestra vida casi sin darnos cuenta. En combustibles, plásticos, pinturas, asfalto y muchos otros productos esenciales. ¿Cuales son las alternativas al petróleo? En estos momentos la energía obtenida a partir de la biomasa puede ser un buen complemento al petróleo. Las ventajas de la biomasa son muchas y su uso puede sustituir parcialmente la dependencia del petróleo. También hay que tener en cuenta las desventajas de la biomasa con respecto a los combustibles fósiles y los problemas que pueden acarrear a la sociedad y al medio ambiente.
La dependencia que el mundo tiene del petróleo esta provocando conflictos y guerras. La inestabilidad que caracterizan las zonas productoras de petróleo marca la constante subida de los precios de este producto. Hasta que las energías alternativas sean viables y sobretodo rentables para los inversores seguiremos dependiendo y sufriendo del oro negro. El precio de este combustible fósil se ha multiplicado por 10 en la última década, alcanzando los 140 dólares por barril (Junio 2008). Son de sobra conocidas las consecuencias de una radical subida del petróleo. Los sectores infraestructurales y estructurales de un país dependen del combustible fósil (transportes, agricultura, pesca, etc.) y el encarecimiento de éste provoca la subida de los costes en estos sectores lo que se traduce en una subida de los precios en los productos de consumo, aumento de la inflación, baja competitividad, etc. Casi como un castillo de naipes, el sistema llega a tambalearse, llegando a todos los rincones de la sociedad.
Ante esta situación, la actitud de los países productores, especialmente la OPEP, y ya con una capacidad de influencia en la economía mundial, aumentaría aun más este poder para estabilizar o desestabilizar el devenir económico. En el caso de que los países productores más importantes, localizados la mayoría en Oriente Medio (Arabia Saudí controla el 75% de las reservas mundiales), optaran por utilizar el petróleo para defender sus intereses, la actual situación en Oriente Próximo, empeoraría. No olvidemos, que en la crisis de los años 70, Estados Unidos se planteó asumir la administración de los pozos petrolíferos de los países árabes y en la primera Guerra del Golfo, fueron las reservas de petróleo de Kuwait las que motivaron la invasión iraquí. Actualmente, el conflicto vigente que enfrentó a las tropas de Sadam Hussein y los aliados, entre otras causas, hunde sus raíces en el control del petróleo. Países productores
• Arabia Ligero de Arabia Saudita
• Bonny Ligero de Nigeria
• Fateh de Dubai
• Istmo de México (no-OPEP)
• Minas de Indonesia
• Saharan Blend de Argelia
• Tía Juana Ligero de Venezuela
Agotamiento y destrucción de los recursos naturales
Nos enfrentamos a un grave problema de agotamiento de recursos esenciales que amenaza con conducir al colapso de la sociedad mundial en su conjunto. Es posible, sin embargo, adoptar medidas que conduzcan a un uso sostenible de los recursos. No todas son medidas sencillas, por supuesto, pero es urgente comenzar a aplicarlas, como afirma el Worldwatch Institute, con “una movilización como en tiempos de guerra”.
Lo que consideramos recurso ha ido cambiando con el tiempo. El petróleo, por ejemplo, era ya conocido hace miles de años, siempre tuvo las mismas características y propiedades, pero su aparición como recurso energético es muy reciente, cuando la sociedad ha sido capaz de explotarlo técnicamente. Y otro tanto se podría decir de muchos minerales, de recursos de los fondos marinos, de los saltos de agua o de la energía solar, que obviamente siempre han estado ahí.
Por otra parte, la idea de recurso lleva asociada la de limitación, la de algo que es valioso para satisfacer necesidades pero que no está al alcance de todos. Por eso, el agotamiento de los recursos es uno de los problemas que más preocupa socialmente, como se evidenció en la primera Cumbre de la Tierra organizada por Naciones Unidas en Río en 1992.
Se explicó entonces que el consumo de algunos recursos clave superaba en un 25% las posibilidades de recuperación de la Tierra. Y cinco años después, en el llamado Foro de Río + 5, se alertó sobre la aceleración del proceso, de forma que el consumo a escala planetaria superaba ya en un 33% a las posibilidades de recuperación. Según manifestaron en ese foro los expertos: "si fuera posible extender a todos los seres humanos el nivel de consumo de los países desarrollados, sería necesario contar con tres planetas para atender a la demanda global”.
Dicho con otras palabras: nos enfrentamos a un grave problema de agotamiento de recursos esenciales a pesar de que la mayoría de los seres humanos tienen un reducido acceso a los mismos. Un agotamiento de recursos que ha jugado un papel determinante, aunque no exclusivo en el colapso de pasadas civilizaciones y que ahora amenaza con conducir "al colapso de la sociedad mundial en su conjunto" (Diamond, 2006). Estos recursos, son principalmente los recursos energéticos fósiles, sin embargo, los comportamientos sociales en nuestros países desarrollados no muestran una real comprensión del problema: seguimos construyendo vehículos que queman alegremente cantidades crecientes de petróleo, sin tener en cuenta, ni las previsiones de su agotamiento, ni tampoco los problemas que provoca su combustión (ver una contaminación sin fronteras) o el hecho de que constituye la materia prima, en ocasiones exclusiva, de multitud de materiales sintéticos (fibras, plásticos, cauchos, medicamentos…). Al quemar petróleo estamos privando a las generaciones futuras de una valiosísima materia prima.
Naturalmente resulta difícil predecir con precisión cuánto tiempo podremos seguir disponiendo de petróleo, carbón o gas natural. La respuesta depende de las reservas estimadas y del ritmo de consumo mundial.
Debido a que se está alcanzando el cenit de la producción petrolífera (“peak oil”) se ha convertido en un motivo de muy seria preocupación, como muestran documentados trabajos en los que se analizan las consecuencias de un “mundo de baja energía” (Ballenilla, 2005) y ha dado lugar a la creación en 2009 de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), con el cometido de asesorar a los países en materia de política energética y de promover el desarrollo de las energías renovables.
Pero, desgraciadamente, la situación de emergencia planetaria no es atribuible a un único problema, por muy grave que sea el agotamiento del petróleo. De hecho, algunos temen que no llegue a agotarse lo suficientemente aprisa para poner freno al acelerado cambio climático que está provocando su combustión (Lynas, 2004). Y si seguimos considerando el problema del agotamiento de recursos, para la inmensa mayoría de la población mundial resulta tanto o más grave el proceso de desertización y drástico descenso de los recursos hídricos, un recurso esencial tan sólo aparentemente renovable, en cuyo acceso se dan desequilibrios insostenibles y al que, por su importancia vital, hemos dedicado específicamente uno de los temas de acción clave (Nueva cultura del agua).
Ante este panorama, es urgente la transición a energías más limpias. En este sentido, es Europa la región del mundo que más esfuerzos ha aunado para promocionar estas energías. Sin embargo, no todas las alternativas al petróleo y el carbón son no-contaminantes. Por ejemplo, en relación al parque automovilístico (responsable del 20%-25% de la contaminación), se llevan años estudiando y aplicando nuevas fórmulas de combustible como son los biocombustibles (de origen vegetal), la pila de hidrógeno y los coches híbridos. Estas opciones no son ecológicas, ya que producen gases efecto invernadero, aunque es cierto que reducen la emisión de los mismos. En concreto, son los coches híbridos, aún no comercializados, los que contaminarían menos, logrando emitir 40 gramos de gases contaminantes por kilómetro, muy por debajo de los 120- 140 gramos de los coches llamados erróneamente ecológicos.
Del lado de las energías totalmente limpias (en cuanto a la emisión de gases y no tanto a la alteración de los eco-sistemas), contamos con la energía solar, eólica, hidráulica, mareomotriz (mares y océanos), geotérmica y undimotriz (generada por la olas).
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